CIUDADANOS, PARTIDOS POLÍTICOS, CANDIDATOS INDEPENDIENTES, Y LA  REELECCIÓN DE LOS INTEGRANTES    DEL PODER LEGISLATIVO

 

Ante la Reforma del Estado Mexicano y las reformas estructurales que se prevén para San Luis Potosí, se han provocado una serie de sanas posturas y en otros casos, lo que parecen ser “lineas” precisas respecto a la profundidad o no, que se permitirá alcanzar en estos cambios, hoy tan necesarios para la salud pública de la Nación.

 

De entre las que parecieran ser “lineas”, se mencionan o se induce la posición a la no reelección, ni candidaturas independientes de los miembros del Poder Legislativo Federal y poco, o nada claro se ha filtrado respecto a la circunstancia local. Se entiende que se “adoptará” la posición central, rompiendo así una de las vías en que pareció tomar cauce la “obsesión innovadora”.

 

 

LA CRISIS DE REPRESENTATIVIDAD DE LOS PARTIDOS

                    POLÍTICOS Y LA REACCIÓN CIUDADANA

 

Refiriéndome más a los hechos, la crisis, por cierto universal, de la representatividad de los partidos políticos, se expresa en la operación de agrupaciones que buscan la solución de problemas o la satisfacción de necesidades específicas, por la vía de la autogestión o el activismo autónomo. Procuran siempre, no involucrarse con alguna organización política y generalmente no enarbolan ideología específica alguna. Quizá una de sus características sea la pluralidad.

 

En esa forma la sociedad, los ciudadanos, han creado una manera propia de plantear, pedir, exigir,

negociar, inconformarse, manifestarse, presionar, deslegitimar, evitar, obligar, obstruir, trastornar…

Todo ello ante la cada vez más creciente ineficacia, que como alternativa, ofrecen hoy los partidos políticos.

 

 

En México estas agrupaciones las conocemos como las Organizaciones no Gubernamentales ONG’s, que ahora son la conquista más deseada de los partidos y les agradan tanto, que algunos han generado o creado sus propias ONG’s, para intentar llenar, en la apariencia, el espacio político que los legitime. Sin embargo, las manifestaciones ciudadanas se siguen produciendo de manera autónoma.

 

Así púes, los partidos políticos, ni uno, ni ninguno, ni todos juntos, parecen ser hoy la mejor vía de expresión,  ni tampoco los legítimos portadores de las inquietudes y deseos de los ciudadanos con participación activa, y, si esto se acepta, menos aún de la sociedad como un todo.

 

 

       EL MANDATO, SU ACATAMIENTO Y LA RESPONSABILIDAD

 

Una diputación local, federal o una senaduría, al menos desde hace cincuenta y cinco años, únicamente representa un escalón en la carrera de un político mexicano. Para muy pocos es una meta, menos es, quizá, lo que en otras partes del mundo: una carrera, una vocación, necesaria y socialmente deseable.

 

Aquí es sólo un escalón que pende y depende de voluntades ajenas a quien en teoría lo hace posible: el votante, o de quien lo alcanza: el electo; su desempeño no guarda relación ni dependencia con el mandato recibido del elector, ni existe mecanismo alguno que haga exigible la responsabilidad que derive del nivel de cumplimiento.

 

¿Cuál es entonces la función real que el ciudadano elector ha venido desempeñando en México al elegir a los legisladores?, ¿Cuál es, entonces, el nivel de democracia que hemos desarrollado?

¡Cuánto, cuánto, nos hemos engañado…! ¡Cuánto, cuánto, nos seguimos engañando…! ¡Cuánto, cuánto, hay por construir…!

 

Ser legislador es, debe ser, una profesión, una carrera, una vocación. El elector es quien debe premiar o sancionar al legislador con la confianza de su mandato: otorgándolo, reiterándolo, negándolo. Es al ciudadano elector a quien debe responder el legislador, rindiendo cuentas de la relación y nivel de cumplimiento entre la oferta electoral y el desempeño de la función. Con su partido, el legislador cumple con el programa y su sustento ideológico, enmarcado en la visión del país deseado, que en la campaña política se transforma en la oferta a negar o a aceptar vía el voto ciudadano.

 

 

LA LEGISLATURA EN EL EQUILIBRIO DEL PODER

 

La potencial permanencia en la legislatura, no únicamente facilita la experiencia técnica y la de transformar con mayor certidumbre la voluntad mayoritaria en norma de la vida cotidiana, también hace posible, facilita y llega a garantizar, en mucho, el equilibrio con los demás poderes. El legislador cambia su actual escalón de ascenso por el lugar adecuado para la realización de su vocación, para el ejercicio de su profesión, para la construcción de una carrera.

 

Este legislador cuidará muy bien a su electorado, a su distrito. Bien pronto se olvidaría de la conducción ajena a su mandato y al programa de su partido. El liderazgo de la legislatura se tornaría en una función de alta competitividad y de auténtica representatividad y legitimidad. Dejaría de ser lugar para practicar la sumisión y los gestos obscenos. Se transformaría en la representación del Poder Legislativo; así, con honor y dignidad republicanos.

 

 

LA CANDIDATURA INDEPENDIENTE Y EL EQUILIBRIO POLÍTICO

 

 

Si todo ello suena bien, si resulta lógico, entonces nos falta resolver, en parte, la crisis de los partidos políticos, al tiempo que garantizar que sea la voluntad popular mayoritaria, la que decida quién va, quién repite, a quién se le retira la confianza. Porque estamos hablando de democracia, ¿ o no?

 

Claramente reguladas, reglamentadas y lo que usted guste y mande, las candidaturas independientes, financiadas o no por el Estado (verdaderamente minucia despreciable), son el equilibrio al “dedazo” que se practica con tan singular goce, abundancia y mucha displicencia hacia el ciudadano.

 

Cuándo el partido no escuche la voz de sus miembros, nominando (¿ sucede?) a un candidato que no tiene el respaldo de la mayoría, la posibilidad del candidato independiente asegura el respeto al ejercicio de la democracia y evita o al menos mengua, el autoritarismo, la imposición interna en los propios partidos.

 

La candidatura independiente, fuera del ámbito interno de los partidos, garantiza, de manera directa, desde la expresión del pueblo mismo, en suplencia a la falta de legitimidad de las decisiones del partido, en eliminación de las decisiones de camarilla o de dictadorsuelo, garantiza pues, el ejercicio de la democracia, la expresión libre y auténtica del ciudadano

 

Así, se ejercería una mejor democracia, un mejor equilibrio de poderes, una mayor representatividad. Los pretextos de gobernabilidad y otros más que le son afines, no son responsabilidad de la candidatura independiente, ni de la expresión ciudadana de extremo ejercicio de libertad y democracia, son, únicamente, ineficacia manifiesta, hoy, de los partidos políticos de ayer, y de los de hoy.

 

No generalizo, cada poder tiene sus características propias, sus tiempos propios.

 

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Con fecha 19 de enero recibí comunicación que transcribo a la letra:

Nos ha causado intriga el motivo que le ha llevado a escribir sobre nuestro padre, el Dr. Manuel Nava Jr., pues muchas cosas que usted menciona están muy lejos de la verdad y muestran su desconocimiento y pésima documentación acerca de su vida y de los ideales por los que luchó y se entregó de manera ejemplar.

Mucho nos indigna que escriba usted sobre nuestro padre de una manera insidiosa y confusa. Nos resulta increíble que habiendo sido vecinos por muchos años no se haya dado cuenta de nuestra forma de vivir y del ejemplo y legado de nuestro padre. Es evidente que requiere usted de mejor información, por lo que le sugerimos acudir a la comunidad universitaria potosina; ahí encontrará, con los universitarios decentes, los testimonios que le ilustrarán. Para muestra, le anexamos copia de una carta escrita por el Ing. Jorge Izquierdo Bravo, fechada el 11 de Agosto de 1978, veinte años después de la muerte de nuestro padre. El Ing. Izquierdo lo conoció, y no de oidas. En esta carta puede usted aquilatar un testimonio del trabajo honrado y altamente fructífero en bien de la comunidad. Tal vez ésto le sea útil para poder escribir con verdad y objetividad. Atentamente Manuel; Ma. Guadalupe; Blanca Imelda; Luz Elena; Ma. Eugenia; Fernando; Jaime; Javier”. (Aquí no se publica el anexo en mención).

 

Al Doctor Manuel Nava Martínez lo conocí, me distinguió siempre con la deferencia de su saludo y en casos, con su plática, recia, pero benévola. En agosto de 1958, yo tenía 16 años, vivía intensamente a mi ciudad y a su circunstancia. Manuel Nava Martínez es un valor segado… Truncado por la propia vida, una tarea inconclusa…  Un hombre público…

 

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