MODERNIDAD Y POSMODERNIDAD

Casi al terminar la semana anterior, el 21 de marzo, el Secretario de Gobernación anunció el establecimiento del referéndum como parte de la reforma política del Estado Mexicano. Este mecanismo jurídico permitiría al ciudadano reservarse la aprobación de ciertas reformas a la Constitución de la República.

Más temprano que tarde, el buen Porfirio alegó la extensión de la capacidad ciudadana hasta la aprobación de programas y actos de gobierno. ¡Cómo se ve que no tiene ninguna esperanza de ser presidente…! Cómo se nota que le madrugaron; que ahora sí parece tener contrincante. Todo sea por una buena reforma; bueno, si es que al fin la hay…

El referéndum, positivo de por sí para el avance democrático, es una figura fuera de contexto. Tanto el referéndum como el plebiscito, son características de la posmodernidad, y yo me atrevo a afirmar que México, en cultura, en la práctica de la democracia, es aún un país premoderno. Vive un despertar cívico importante, pero se mantiene al centro y tiene porciones polarizadas; ese centro es aún de trueque, aún abúlico para aceptar y asumir la responsabilidad de ser y decidir… La tolerancia a cambio de la certidumbre. Cierto, la certidumbre se está agotando… Pero aún no hay oferta equivalente a la vista…

                                   LA REALIDAD PROBABLE

Esta propuesta del referéndum, seguramente, obedeció a alguna concesión que en materia de calidad de voto se realizó en la mesa de Bucareli. Es decir, es posible que se haya cedido, por parte del sistema, respecto a la composición de los votos para reformar la Constitución. No se requeriría la mayoría calificada, sino que ésta, a su vez, estuviese integrada por cierta representación mínima de cada uno de los partidos en el Congreso. Es decir, la muerte del “mayoriteo”.

De haberse dado esta situación, lo que anunció el Srio. de Gobernación es simple: Te reconozco la representatividad y la legitimidad para que sea ineludible tu participación en los cambios constitucionales, pero, habrá algunos específicos en los que te anulo tu conquista de ineludibilidad; simplemente traslado el voto directamente a los ciudadanos, reconociendo en ellos y sólo en ellos,  la facultad final de decidir. Un planteamiento impecablemente democrático…

Ello implica que el sistema considera más sencillo orientar el voto ciudadano que enfrentar a una Cámara que tendría como característica, la gran dificultad para negociar y alcanzar consensos. Mire usted, un partido con 14 o 18 % de la votación nacional, no orientará el voto mayoritario; pero sí puede negarse a negociar o dedicarse a “chantajear” permanentemente los cambios trascendentes y los triviales. Con fuerza relativa, el sistema se defiende y pretende mantenerse en capacidad de controlar. Bueno, al menos eso espera.

¿ALGUIEN QUIERE UNA REFORMA DEMOCRÁTICA?

Es curioso que una propuesta realmente democrática, como lo es el establecimiento del referéndum, nos demuestre a plenitud lo que muchos hemos sospechado: Ninguno de los partidos políticos, ni el sistema mismo, desean dar pasos realmente democráticos. Ya hasta el Presidente Zedillo se ha quejado de la presión de los partidos de oposición, por realizar una reforma que les permita a los contendientes del PRI el ascenso al poder, pero vía una reforma que, a la vez, conserve el poder en el estado actual: Autoritario, autócrata, prepotente e impune.

Así las cosas,  lo que más atacan los partidos de oposición, sobre todo el PAN, es lo que más desean que se preserve para su eventual ascenso al poder. Ellos, todos ellos, se sienten muy preparados, pero prefieren un régimen e instrumentos autoritarios que una democracia avanzada.

ACERCA DE NUESTRO NIVEL DE DEMOCRACIA

En México, hablar de democracia formal es  sencillo, nuestras estructuras jurídicas tienen todo el corte de la democracia deseable. Sin embargo, el desequilibrio entre los poderes y las practicas impunes y autoritarias, revelan que en la realidad es bastante distinta. Hablamos de modernidad, de estado de derecho, de democracia, de justicia social y hasta inventamos el liberalismo social, con un cinismo, facilidad y fluidez que ya desearían los buenos escritores surrealistas.

La modernidad comienza en la decisión de lograr la emancipación intelectual del hombre.  La eliminación de los fueros y privilegios y la capacidad de tomar las decisiones, fueron el comienzo. Pero ello no se buscó para todos, fue originalmente una conquista de y para la burguesía, en su  lucha contra la nobleza.

Eso fue lo que encabezó Cromwell contra Carlos I de Inglaterra, hasta que lo ajustició y estableció un equilibrio de poderes por el camino del parlamento. Sin embargo, los que sí sabían lo que hacían, fueron los franceses. Es la Revolución Francesa la que se adentra en la participación de los ciudadanos, sin distingos, para la toma de decisiones,  para autodeterminarse. La modernidad comienza con la democracia representativa, que se postula como conducta de vida, en el sentido en que hoy la conocemos, en la Constitución Política de los Estados Unidos de Norteamérica.

Para desgracia de muchos y fortuna de pocos, el modelo ha sido propagado e impuesto, muchas veces por la fuerza de las armas, a pueblos ajenos a esa idiosincrasia. La emancipación puede tener más vías que un sólo modelo. Los autonombrados norteamericanos no piensan así… Sienten ser poseedores de la única verdad y de la obligación de imponerla, créalo, por mandato divino.

Resulta difícil construir, labrar un propio camino, estando en ese mar de presiones políticas de origen fundamentalista y de presiones económicas de origen cultural-religioso, acompañadas de errores de tolerancia y ceguera extrema. Lo que Octavio Paz llama la carencia de identidad y la gran dificultad de construirla… Ahí estamos nosotros.

            HACIA DÓNDE ESTAMOS DEJANDO QUE NOS LLEVEN

La modernidad se caracteriza, en el terreno sociopolítico, por la democracia representativa: Voto, elijo, escojo a alguien que me represente, que llevará mi voz para la toma de decisiones, que tomará mi mandato y lo ejercerá en los términos en que se lo he concedido, (disculpe, pero no es burla,  tampoco descripción).

La posmodernidad, en el mismo sentido, se distingue por la democracia participativa. Soy yo quien expresa de manera directa su voluntad. Yo mismo marco el rumbo por el que deseo, imagino, considero que todos debemos de marchar. Mi participación individual directa en la conformación de decisiones y consecuentemente de construcción de futuros. El referéndum y el plebiscito son sus figuras más representativas. Por el ejercicio de ellas, el ciudadano hace directamente la elección del por dónde debe el mandante conducir sus acciones.

La diferencia entre modernidad y posmodernidad es únicamente de tiempo. La posmodernidad es el refinamiento de la emancipación, de la libertad de criterio. Es el mismo modelo, pero refinado, es “una filosofía que reclama la libertad individual, y el derecho a la igualdad ante la ley contra la opresión estamental” (estamental = a clases dominantes).

La tarea de la modernidad es “construir un mundo inteligible, donde la razón institucionalice el juego de las fuerzas políticas, económicas y sociales en base al libre contrato entre seres iguales” (subrayado del articulista). Como usted ve, en México no hemos tenido mucha democracia, ni parece que los partidos políticos la busquen en realidad. Así mismo, tampoco puede entenderse, como brincamos de pronto desde la premodernidad hasta la posmodernidad.

Parece que no somos tan auténticos, que aún no alcanzamos la madurez de liberarnos del dogma, del temor, de la sujeción, de la sumisión, para entender la igualdad y alcanzar la  identidad de persona, grupo, nación… Y, así, nos juegan los políticos… Así nos llevan, sin preguntarnos, a nadie sabe donde…  Sin embargo, la responsabilidad sigue siendo nuestra y sólo de cada uno de los que toleran…

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