De reflexiones dispersas

Así pasa el tiempo y las cosas, los sucesos de nuestras vidas, unos marcan para bien, otros dejan terribles secuelas, traumáticas, castrantes, de alegría, de plenitud, de felicidad; de todo ha habido, de todo hay, y de lo que ya menos habrá. También hay los que simplemente se suceden y pasan… asombrosamente, hasta algunos de los que no nos damos cuenta, nos pasan o los dejamos pasar desapercibidos…

De lo más reciente, es la experiencia de querer ser parte, lo más autónoma e independientemente posible y, hasta donde puede suceder en un grupo, vivir cercano al anonimato; simplemente estar, actuar “desde la mesa del rincón”, y disfrutar de lo que todos los demás actúan rumbo a un objetivo inacabable y ambicioso… conocer el pasado, viéndolo en lo posible, enmarcarlo en la historia o, generar ésta en los espacios vacíos o en los rellenos imperfectos, en las áreas inacabadas

Hay la historia dura, la de los documentos… pero también hay documentos falsos; los hechos suelen ser claros y, ahí están… cierto, pero a los ojos de quien… hay la historia del vencedor y la historia del vencido y, en México y buen parte de América Latina, bastante conocemos de eso, en carne y en consecuencia…

Pero la historia es larga y continua, no puede ni debe ser seccionada, no son hilos rotos… son madejas de mil hilos, pero juntos y continuos; de uno se deriva el otro y del otro el uno, y así hasta el fin de la razón… o de la conciencia…

Los hispanistas dicen, creen y enseñan que fue España, que fue su brazo armado, Hernán Cortes, sus pocos hombres, su caballería y los estruendosos, nunca antes vistos en estas latitudes, cañones de fuego, los que derrotaron a los Aztecas o Mexicas…

La narración de los vencidos, nunca pudo ser contada el todo, y menos bien escrita; el muy probablemente náufrago que llegó de oriente, dejo marca profunda, definitiva, y regreso en sus naves con la promesa de volver… La astronomía que se hizo presente, la audaz y brillantísima política de Hernando de Cortes, que fue cohesionando a los entonces vencidos, para hacer un único frente al Imperio. Eliminó el “divide y vencerás”, logró algo así como “los vencidos unidos, jamás será vencidos”

El gran crimen, involuntario, pero real, crimen biológico que mataba cotidiana y casi sistemáticamente a los nativos… caían por la viruela, por la sífilis, y por otras varias, desconocidas infecciones y enfermedades absolutamente de “otro mundo”…

Todo ello no diezmó, acabó con más del noventa por ciento, no de las fuerzas aztecas, sí de la población entera. Recordemos que, en alrededor de veinte años, prácticamente habían desaparecido los originarios del altiplano hoy mexicano. Las cifras parecen decir que de veinte millones únicamente un millón pudo desarrollar anticuerpos para resistir las enfermedades, pero no pudo hacerlo para “resistir” a la religión, aun cuando logró, y aún persiste, un fuerte, penetrante, sincretismo.

Así visto, la historia es diferente, parece ser que quien hizo la conquista, fue la política, el que llegó de oriente, marcó la vida, para partir luego con promesa de volver, fue el cometa que cruzaba el horizonte, fue el resentimiento de los vencidos, o quizá se deba decir, fue la venganza por los excesos y violaciones repetidas, fue el triunfo del más fuerte… las diferencias en la resistencia biológica… esto fue, o pudo ser la diferencia.

Pero aun así, los hispanistas se aferran a la idea, se creen poseedores de la verdad, porque la verdad, para ellos, es única, y es la de ellos… Y, qué es lo que piensan los indigenistas…

De esta historia, no se ve que alguien hable, suelen ser de corto plazo, hay quienes con dificultad y baja respuesta, desean hablar de la época de la colonial. Pero aun así, diferenciados, el grupo es rico en diversidad, los miembros cuentan con antecedentes y realidades realmente diversas, y, ello, ello es lo que le da su alimentación continua, su vitalidad.

Queda también ausente la época de la independencia, realizada por los criollos, y seguida por la gran lucha interna que se mengua al precio de perder, a manos del imperio, en tanto aquí traicionamos y destacamos el protagonismo, más de la mitad del territorio y, para largo, largo, la dependencia del imperio.

Se previó en las Cortes de Cádiz, mas nadie hizo caso y llegaron, entre otros Antonio López de San Ana, que en el “San Luis de la Patria, encontró ejército” que con él durmió, para nuestra desgracia y lacra.

Recuerdo el dicho que a Marcela le hará reír, quizá de nuevo, “óyelo tú, mi hija; entiéndelo tú, mi nuera”.

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