De la profundidad del juicio… y la veracidad…

 

Pues la Señorita Doña Concepción Faz Bores me distinguió remitiéndome el “cuento corto y gran verdad”, que se ha reenviado ya varias veces según rezan los datos del remitente, y que a ella le llegó de “Oscar Morelos”

 

Y lo traigo a Facebook, porque me llama la atención, con el más absoluto respeto a quienes lo crearon y enviaron y también, a quienes lo reenviaron, y pues, me llama la atención, porque lo que refiere esta “moraleja”, muestra insuficiencia de análisis… una postura “a bote pronto”.

 

Primero, repito el cuento tal y cual lo recibí:

(Lástima que no contemos con versalitas o, al menos diversos tamaños de tipos)

 

“De: Oscar Morelos <troteligero@gmail.com>

Fecha: 25 de octubre de 2013 5:31:29 PM GMT-5

Para: undisclosed-recipients:;

Asunto: Fwd: Rv:Fwd: RV: Cuento corto y gran verdad.

 

 

Buena Fábula !!! y corta..

 

Había una vez un rey que quería ir de pesca.

Llamó a su pronosticador del tiempo y le preguntó el estado del mismo para las próximas horas.

Éste lo tranquilizó diciéndole que podía ir tranquilo pues no llovería.

Como la novia del monarca vivía cerca de donde éste iría, se vistió con sus mejores galas.

Ya en camino se encontró con un campesino montado en su burro quien al ver al rey le dijo: “Señor, es mejor que vuelva pues va a llover muchísimo.”

Por supuesto el rey siguió su camino pensando:

“Qué sabrá este tipo, si tengo un especialista muy bien pagado que me dijo lo contrario.

Mejor sigo adelante.”

Y así lo hizo… y, por supuesto llovió torrencialmente.

El rey se empapó y la novia se rió de él al verlo en ese estado.

Furioso volvió a palacio y despidió a su empleado.

Mandó llamar al campesino y le ofreció el puesto pero éste le dijo: “Señor, yo no entiendo nada de eso, pero si las orejas de mi borrico están caídas quiere decir que lloverá”

Entonces el rey contrató al burro.

Así comenzó la costumbre de contratar burros como asesores que desde entonces tienen los puestos más remunerados en el gobierno.

“No enseñes a tus hijos lo que pueden comprar con dinero, enséñales lo que no pueden comprar con el dinero; Entonces vivirán y serán hombres felices.””

 

 

Si lo revisamos con detalle, veremos que el técnico falló, como casi siempre se falla en el hacer humano y, aún más, en la predicción del tiempo, tanto, que ya ahora todo tiempo es “atípico”, lo que querría decir, “normal”, simplemente, por ser todo…

 

Veamos: el campesino refirió su experiencia, adquirida en la transmisión milenaria o, simplemente basada en la observación de un fenómeno que, en condiciones controladas (similares), se repite. Así fundo su dicho: “va a llover muchísimo”. Habría que ver la veracidad de su aseveración cuando dijo: “…si las orejas de mi borrico están caídas quiere decir que lloverá”.

 

Luego al pobre burro se le compara con los inútiles, los parásitos y los escurridizos que se sostienen sin hacer, pero eso sí, todos ellos cobrando, comiendo del erario o de quien les empleó, les remunera y sostiene.

 

El pobre burro, fue únicamente un “sensor” que funcionó, y que funcionó bien, y fue detectado por el campesino que interpretó debidamente la señal emitida; ello no falló; luego, esos son los buenos… los acertados… hoy dirían, los verdaderos…pero, en el cuento, quieren hacerlos los inútiles, los burros…

 

Estos inútiles o burros, fueron realmente el rey –gobernante- por ser un pésimo reclutador y, el que previó el tiempo, seguramente luego de la medición de las isotermas, isobaras, corrientes medias y superiores, su velocidad y proveniencia… y, a más, se encontró con un “tiempo atípico”, que de tan persistente en lo atípico, como ya se dijo, se puede considerar normal.

 

Pero, reconozcamos… reflexionemos… el rey o gobernante, está ahí por la tolerancia del pueblo súbdito o, por la decisión de los ciudadanos electores; es decir, alguien los recluta, selecciona, elige, o tolera… ¿Quiénes entonces somos los burros…?

 

No toda moraleja es verdadera o efectiva… Lo único constante es el cambio… Lo normal, es el caos… Quizá, lo que debemos preferir, probablemente, sea la más armónica convivencia posible…sin querer engañar o distraer con cuentos muy discutibles… o con terribles negativas o soberbias cegueras, como las del Arzobispo…

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