NEO-NAVISMO O LA DISPUTA POR LA HERENCIA 3

 

APUNTES PARA UN ENSAYO

(Tercera parte)

Político o no, según se sintiera y juzgase, Manuel Nava Martínez hacía política cotidianamente y es muy posible que la solución de esta diferencia sea meramente semántica (del significado de las palabras). ¿Qué entendía el Dr. Por política?, ¿Qué entendían por ella sus contendientes?, esa es la clave.

El mundo, la circunstancia que les tocó vivir a los potosinos que ocupan estos apuntes, se desarrolló, del sueño del porfiriato ido, al devenir de tres cacicazgos: Carlos Diez Gutiérrez, Saturnino Cedillo y Gonzalo N. Santos, apenas interrumpidos los primeros por la alteración de la revolución en marcha, pero, aún así, los gobernantes de esa época refinaban en autoritarismo, impunidad e “inmoralidad” (corrupción). (En el espacio del poder nunca hay vacíos, aún las debilidades son compensadas de inmediato. Es, necesariamente, un espacio en equilibrio dinámico, o en guerra…)

Cacicazgo estable, que perdura, es casi sinónimo de reglas claras, espacios hegemónicos de fronteras precisas, apoyado por el uso de la fuerza, lo que de alguna manera, es el complemento terrenal de los criterios de la Iglesia: el dogma y la observancia de las leyes morales bajo la vigilancia de un conductor espiritual (“confesor”), con el refuerzo del inculcado sentido de “culpa”, del inapelable juicio de la “sociedad”, y, del aterrador “juicio final”.

Entre estos dos bandos, el de las reglas de la dictadura y la rigidez de la iglesia, en una ciudad semi-aislada del resto del país, y durante el desmantelamiento estructural del siglo XIX y la construcción de instituciones, se da el marco que modela la personalidad de estos potosinos.

MANUEL NAVA Y EL CACIQUE

No es fácil calificar a Manuel Nava Martínez como el iniciador de una lucha organizada y sistemática contra el cacicazgo de Gonzalo N. Santos, aunque sí es posible calificarlo de político activo.

Es indiscutible que el Dr, Nava le dio carácter a la Universidad Autónoma Potosina; que la Facultad de Humanidades inició un proceso que rebasaba fronteras (del cacicazgo y de la iglesia); que “por fuera” ya operaban los sinarquistas; y, que se sucedieron hechos que alteraban el equilibrio de las “oligarquías” que cohabitaban respetuosamente en el manejo y usufructo del poder.

Una llamada de atención se genera por la lucha sobre la propiedad y posesión de los terrenos que ahora ocupa el Hospital Central, la Escuela de Medicina y otras escuelas universitarias al poniente de la ciudad. El enfrentamiento, de poder a poder, contra Carlos López Zertuche (sí, su abuelo, el de Carlos López Medina), independientemente de la razón jurídica y la moral, lo ganó la Universidad encabezada por un líder (político cromosómico) de recio carisma.

Sí, pero ello no lo enfrentó al Cacique, sólo cuestionó su capacidad de arbitraje, de “fiel de la balanza”. Lo mismo le pasó a la Iglesia, que aún teniendo por regla absoluta la obediencia, vio algunos de sus ministros tomar autónomamente discreta posición, o ésta inició perceptible intromisión.

Para el poder, el poder todo, un foco rojo se encendió, sí, pero no una lucha abierta.

Las diferencias surgidas, ahora si, de manera directa entre el Dr. Nava y Gonzalo N. Santos, por la sucesión en la rectoría universitaria en 1956 (para un período de cuatro años, antes eran dos), son aún bastente confusas. La carta abierta de Nava y la contestación de Santos dicen mucho,  pero también  muy poco.

Lo que sí queda claro es la postura política del Dr.,  cuando sistemáticamente nombra a todos los que atestiguaron los hechos de la otra parte, pero no menciona a sus testigos; “tuvo lugar ante la presencia de algunos funcionarios y Consejeros… “, ”… fuí abordado por un grupo más de alumnos, quienes insistieron en lo mismo…” (su reelección), y así continúan sus referencias. Ahí están las comunicaciones en las hemerotecas. (9 de marzo, 13 de marzo y 14 de marzo de 1956).

Además de esa acción política, reservarse sus testigos, hay otras muy claras: La visita a la célebre “Jarrilla”, a la misma madriguera del “tigre”, demuestra un acatamiento a las reglas vigentes. Por la Universidad, si usted quiere, pero el reconocimiento de la autoridad de Santos y el tenor de la consulta, que podría resumirse en la pregunta ¿voy o no voy?, no muestra una oposición organizada y sistemática, sino un juego abierto con las cartas mutuamente aceptadas o al menos, una cohabitación civilizada (diría alguno).

EL PODER Y LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA POTOSINA

Con estas cortinas de humo y el silencio aún vigente de muchos de los actores y testigos de la época (para el bien de San Luis, esperamos que al menos dejen escritos), aún no quedan claras las causas reales que decidieron la reelección de Manuel Nava Martínez, a la Rectoría de la Universidad para el período 1956-1960.

Hay quienes aseguran que el Dr. maniobró para conservarse en el cargo con “todo”, la aclamación, el apoyo de catedráticos y estudiantes, y sobre valorando la acción “reivindicatoria” ganada a Carlos López Zertuche, no las tuvo todas consigo. Algunos sostienen que realmente pensaba retirarse.

La otra tesis, sostiene que sus consejeros cercanos, el intelectual Ramón Alcorta y el espiritual, Rafael Montejano y Aguiñaga, lo resolvieron a continuar. La Universidad y la buena actuación académica y administrativa, eran un buen camino para los objetivos superiores de rescatar el ejercicio del poder para hombres “bien nacidos”. ¿El fin justifica los medios…? (¡Ah! Jesuitas, por ahí ya andaban los “conejos” en plena acción).

Dentro de la Universidad el poder también tenía sus partidarios y promotores. Trabajaban laboriosamente para su causa, y como otra prueba de que no había lucha organizada, permiten trabajar libremente al Rector Nava en su dos últimos años de gestión, y la Universidad no se ve privada de los subsidios estatales.

No había lucha abierta, pero el poder sí operaba sus mecanismos de reproducción, avanzando desde adentro, previniendo… El Rector Nava no era el más deseable. Las difíciles luchas desatadas después de su muerte a mediados de agosto de 1958, prueban esos avances silenciosos que terminaron llevando a la Rectoría, personalidades del sistema o más anuentes al equilibrio dinámico del poder. (Su continuidad perdura hasta hoy, cuando el equilibrio de los actores del poder ha variado significativamente).

LOS GRANDES CAMBIOS, ORIGINADOS EN EL  PODER, POR RESENTIMIENTOS VIEJOS

Así pues, Manuel Nava no es un prototipo en la lucha contra el cacicazgo. Se encontró con él, pero no organizó una lucha para su fin. Ciertamente, una cabeza de playa había quedado establecida en la capital del estado. La historia trazaba sus caminos aprovechando acciones aparentemente aisladas.

Era el año de 1958 cuando un luchador vasconcelista llega a la candidatura por la Presidencia de la República. Un estudiante que había vivido los días en que el Jefe de la Policía del Distrito Federal aplicaba la ley del más fuerte y en venganza o acción policiaca, resulta muerto o asesinado, según quien lo vea, nada está claramente probado, un estudiante llamado Fernando Capdeville.

Fernando era compañero estimado del vasconcelista que se llamó Adolfo López Mateos. El jefe de la policía se llamaba Gonzalo N. Santos. Ambos se volvían a encontrar, las circunstancias habían cambiado. Uno, sería Presidente de la República, el otro, dejaría de tener una influencia absoluta en San Luis Potosí.

El poder construía los instrumentos, utilizando condiciones, factores y actores “crear una gran ola que arrasara a Santos, la ola requería un conductor, sobre la ola se colocó una barca y en la barca se puso a Salvador Nava, pero Nava… “

P.S. Los síntomas que determinan el punto de desahucio son: rebazado el rito, iniciar mascaradas triunfalistas, de engaño colectivo y sueños fantaseosos, ahogados en populismo…

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