¡AY QUE TIEMPOS SEÑOR DON SIMÓN!

 

En la época de oro del cine nacional, los Soler, Pardavé, Doña Prudencia Grifell, Doña Sara García, y otros geniales artistas realizaron en “espectaculares producciones” en blanco y negro, una serie de películas que aún no atino a entender como sarcasmo, añoranza o simplemente costumbrismo. Lo cierto es que enfatizaban escenas de la vida por irse, el fin del porfiriato, y también estampas de aquel presente: El inmigrante trabajador, el artesano de origen humilde protagonizaba, y en todas había la romántica bohemia que parece reinaba en aquellos días de los años treinta y cuarenta.

En esos mismos días, el Indio Fernández, mezclando los orígenes indígenas, la culturización de los españoles y las expresiones dramáticas de los muralistas, mostraba un intento de sincretismo o quizá confirmaba la falta de identidad, ante la vorágine cultural inconexa, impuesta, y en deterioro. En este espacio se desempeñaban también la hermosa Dolores del Río y el enérgico Pedro Almendares.

Ente ellos navegaba la más pura vena de nuestra cultura popular, en mucho aún vigente: Mario Moreno “Cantinflas”, Pedro Infante, Jorge Negrete, María Félix, quienes mostraban canciones, haciendas, religión conductista, mujeres fatales y ensayos de cine de misterio, gangsters y crimen.

EL PLURALISMO

Esa fugaz descripción de nuestra Nación, nos muestra de manera clara la composición plural que siempre ha distinguido a los habitantes de este territorio que hoy ostentamos como nuestro. Se nos inculcó y lo exaltamos, nuestro origen “indígena”, y no pensamos, y en realidad nos da igual, sentirnos descendientes de los Mayas, de los Aztecas o de los Toltecas; que de los Purépechas, los Pames, los Otomíes o los Tenec.

Y no pensamos, que eran grupos étnicos y culturalmente diferenciados y en permanente contienda o al menos en lucha por el espacio vital. Y tampoco pensamos, que en términos genéticos y muchas de las veces, ni culturales, tenemos verdadera cercanía con nuestro  “glorioso pasado” que sólo sentimos de cuando en cuando, y que de igual manera despreciamos o fingimos ignorar.

En la inmensa mayoría de los casos, ni en nuestro pasado remoto, ni en le reciente, podemos encontrar la identidad de origen, en donde culturalmente la hemos aceptado o donde sociológicamente nos la han construido. Comenzar por ubicar cada una de las partes en su lugar, es el primer paso necesario para entender y aceptar nuestro pasado, desarrollarnos con plenitud en el presente y, poder soñar que el hacer cotidiano está construyendo un futuro.

IDIOSINCRASIA Y NACIONALISMO

Y así va la Patria, construyendo y viviendo de héroes imaginarios, a medias y con atributos inexistentes, olvidando virtudes, a medias quizá, pero que sí lo fueron, contra el olvido de grandes defectos, que también lo fueron. ¿Recuerdan aquella película revolucionaria de Lechuga e Inclán…? Es cierto, la historia la escriben los triunfadores, pero la verdad deben recordarla los pueblos. Aunque hay que reconocer que a veces el cinismo es también una epidemia popular, dada en el más triste de los conformismos.

El temperamento propio de los mexicanos se ha ido forjando en ese mar de contradicciones, indecisiones y conformismos.  Y el nacionalismo, forjado al mismo tiempo, es, en el fondo, más patrioterismo coyuntural que otra cosa. ¿Cuantos mexicanos conocemos que defiendan a la nación antes que protegerse directamente en lo individual, ya que esperan este resultado como efecto de la defensa de lo colectivo?  Dicho de otra manera, ¿Cuantos han detenido la fuga de divisas?, ¿Cuantos han comprado lo nacional sobre lo importado?

Deme usted las causas y razones que más convengan a su legítima convicción, pero la inmensa mayoría se salvan primero que cualquiera otra cosa, antes que analizar la posibilidad y conveniencia de una defensa común. Es más, la salvación esperada debe anticiparse a todos o al menos a los más.

                                     EL DEBATE DE FONDO

“Rudeza innecesaria”, estará usted pensando, si es que aún continua con la lectura de este artículo que pretende ser un espejo para todos nosotros. Cierto, no le falta cierta razón. Sin embargo, la narración es bastante cercana a la verdad. Con ello, lo que se torna importante para los mexicanos, es la explosiva mezcla que se elabora con todo lo anterior y una crisis económica que ya lleva al menos 20 años de promesas no honradas, más que 20 años de dificultades económicas.

Nos está calando más la decepción, la frustración, el engaño sobre engaño; los hermanos o hermanas y los compadrazgos; las promesas incumplidas y las mentiras repetidas; los crímenes directos y los masivos, y el cinismo en todo ello involucrado, que la propia depauperación, interrumpida apenas por algunos leves destellos de riqueza relativa, que nos han hecho más difícil la siguiente caída; pensar en la penosa necesidad de levantarnos.

Estamos como el niño maltratado que se cuida del coscorrón, por reflejo condicionado, al sólo escuchar el tono de voz que se le dirige… ¿Es entonces exigible la urgencia de sentir identidad, nacionalismo suficiente y necesario para afrontar nuestro pasado, reconstruir nuestro presente y reiniciar el futuro? ¿Quién nos llama, quién nos convoca?, ¿Cuales son los proyectos y sus opciones?, ¿A quien emular?

Hoy seguimos con promesas a la vista, al corto plazo, que no se cumplen y cuyos escenarios de falla no están debidamente previstos ni son satisfactoriamente explicados. Todo se continua postergando… y la Nación comienza a mostrar serias muestras de fatiga y de fractura.

LAS RESPONSABILIDADES DE LOS DIRIGENTES

Los partidos políticos, las cúpulas patronales, obreras y campesinas, las iglesias, las organizaciones no gubernamentales (ONG’s), todos y cada uno de ellos tienen su parte en la problemática descrita. La iglesia pierde la memoria histórica y se acomoda al corto o largo plazo, según su conveniencia. El resto de los actores, de muy corta existencia histórica, se la pasan en el deporte de “pasar” la bola al campo del contrario y, consecuentemente, reclamandose o achacándose culpas que no resuelven nada en concreto.

¿Cómo debemos entonces enjuiciar a los actores de la reforma política del estado? Y, ¿Cómo a sus críticos despiadados sin responsabilidad de propuesta? ¿Que hace Said López con cerca de un millar de indígenas en protesta por reivindicar las aspiraciones de tierra, justicia e ideas? ¿Dónde están las antiguas y jóvenes promesas de hacer justicia a los indígenas? Promesas cercanas al llanto y al peso de la culpa ajena, sostenida por un supuesto sentimiento de justicia, hoy aparentemente traicionado.

Desde luego que el buen Said no es precisamente un líder inmaculado y más parecería un “agitador profesional”, al menos al decir de los terratenientes huastecos. Pero, ¿qué motiva a los indígenas a seguirlo? ¿Es un movimiento aislado? O ¿simplemente un movimiento más de los habidos y por haber, quizá cada día más y más enérgicos?

Podemos comenzar de nuevo la lectura… Quizá encontremos los orígenes, sentimientos, principios, honorabilidades, traiciones, luchas, promesas, engaños, decepciones y fracasos de los que hoy nos llamamos mexicanos. Probablemente… probablemente no encontraremos a la Nación…

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