Octavio Paz Lozano, las envidas, las insidias, los rencores…

Ciudad de México, 31 de marzo de 1914 – 19 de abril de 1998; inicio clásico de biografía, pero no, no voy a eso, tampoco a repetir lo que mencionó, dijo, pensó, dilucidó, descubrió, filosofó… no, tampoco diré que ganó distinciones y reconocimientos, o que en algunas épocas coqueteó con los poderosos y la política; en India fue embajador, nada menos que con el Lic. Luis Echeverría Álvarez en el poder, no, no pudo soportar por mucho tiempo el cinismo y la doble moral de la política, creo que le bastaba con la de los civiles, la sociedad, con nuestra idiosincrasia.

No soy, ni lejanamente, ni cercana tampoco, un conocedor o lector entendido de los escritos y poemas de Octavio Paz Lozano, simplemente me he perdido en entender cómo nos entendió y, le diré, sigo aún perdido, extraviado en el mar inmenso de la mentalidad, reacciones y acciones de la mente humana, de todas y de aquellas, las de quienes hemos habitado y habitamos este sincrético lugar con preponderancia criolla y, algo que llegó y llega de otros lugares, a cual más extraño o común… hasta gringos vienen…

Tampoco pretendo descifrar al mexicano vía Octavio Paz Lozano, no soy capaz de ello, pero me intereso y procuro entrar al intríngulis de la cuestión.

Sin embargo importante, por ahora, es ver que en el centenario de este orgullo nacional, las envidias, la intriga, la insidia, aún perduran.

Creo, por una parte, que no ha sido suficientemente leído; las escuelas no lo muestran, no lo exponen, no lo exigen, así como sí exigen otras lecturas de mediocres y presuntuosos que, entre otras monadas, sintiéndose “muy mexicanos”, desearon que su inerte resto físico, radicara en Francia… ¡entonces! ¿Qué hacían aquí…?

Paz Lozano descubre y descifra, creo que en todo, en todo lo que al menos en parte, los caricaturistas muestran a veces en un pequeño instante, aunque todos sean iguales, pero en ese y por ese momento descubren, enseñan, educan, pero así de rápido queda en el pasado, se olvida; la caricatura requiere del entorno para transmitir y mostrar efecto, sin él, se extinguen cual pavesas; Paz Lozano escribió para transmitir, conservar, preservar y enseñar.

Otros lo han intentado o lo intentaron, pero creo que su ocupación focal estaba en otra parte o las lentes de su visión no eran de cristal suficientemente fino, ni escrupulosamente pulidas, como creo, sí fueron las de Octavio, al menos el que mejor las ha tenido, hasta hoy, no hay quien se acerque verdaderamente, menos que le rivalice…

Si todo esto es cierto, la conmemoración del centenario de su nacimiento, creo que no es proporcional, y que, quienes manejan lo que llaman Cultura y las que se dicen Universidades, se muestran relegadas ante el hecho, hoy obligado recordatorio de la memoria histórica en el tema.

Esto, parece ser, suele pasarles a los que mueren viejos, 84 y días… ellos, habiendo sido sabios, los resabios los superan y los sumergen en la obscuridad temporal del olvido, hasta que las nuevas generaciones descubren su valía, recolocándolos en las escalas de los hombres…

Los viejos, dejan jóvenes envidiosos, intrigantes e insidiosos, y heredan rencores de los que, los herederos, desconocen origen; todo inculcado en escuelas y talleres. Ellos son los que hoy, quizá en edad madura, que no en criterio ni desarrollo intelectual, creen que pueden “tapar el sol con un dedo, se sienten “Josué”… creen que lo que detienen quedará detenido, es simplemente un problema de tiempo; para la humanidad, y para los mexicanos, el tiempo es largo, más que la envidia, la insidia y el rencor…

Uno de los poquísimos “pensadores mexicanos”, si no, el mejor hasta hoy…

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