La inteligencia, el dinero y el poder…

En esta fecha gloriosa para la humanidad, muy destacada en lo que entendemos como occidente o Cultura Occidental, los hechos recientes me llevan a revisar de nuevo, pero ahora con reforzados argumentos, cual es el límite de los derechos humanos.

La epopeya del “Chapo” Joaquín Guzmán Loera es un claro ejemplo de la aplicación de la inteligencia, la estrategia, la organización, la dirección, la ejecución y el control, a lo que se aplica fondos económicos muy abundantes, no solo suficientes y que terminan derivando en poder; poder matar, poder corromper, poder pervertir, poder evadir y, el poder que se le pueda ocurrir, sí, ese también…

Pero mientras todo ello se sucede ante la incapacidad real de contenerlo, sobre todo porque las señales son contrarias, la prohibición por un lado y el consumo tolerado y “protegido” por otro, ante esa incapacidad pues, al señor se le respetan sus derechos humanos que, en este caso, consistían en “ocultar” sus “partes nobles”, cuando él no respeta los derechos humanos de los demás.

Como si las otras partes fuesen innobles o los custodios de vigilancia fueran a ofender a un humano que merece respeto… pero o lo concede. Cierto, el que otro haga no da derecho a hacer, pero pudiendo evitar que siga haciendo, lo respeto y vuelve a hacer…

Los medios se han solazado con el evento y engañan vulgarmente a sus oyentes, videntes y lectores; muestran túneles que no tuvieron que ver con la realidad y, enfáticamente, aseguran que es el que se usó para escapar… ¡qué poca ética…! Esto por decir lo menos…

Diciendo lo más, se la pasan dando “lecciones de cómo” debieron hacerse las cosas. No editorializan, no analizan no aportan nueva información ni muestran capacidad de manejar adecuadamente la existente. Derrumban al Gobierno, destruyen Instituciones, instigan y se comportan sediciosamente; pero claro, están en su derecho… el de destruir sin alternativa viable y sin que la otra parte tenga un derecho aplicable equivalente.

Volviendo a Joaquín Guzmán Loera, quien naciera en La Tuna, Badiraguato, Sinaloa, aquel día 3 de abril de 1957, dícese que fue un niño maltratado, lo que implica todo y nada, pero en fin, que el niño y el adolecente la sufrió en serio y ello lo endureció; y el cura, y los maestros, y los viejos del lugar nunca vieron o, simplemente ignoraron su potencial.

Le debe haber pasado como a otros, todo debe ajustarse al nivel del más tonto, de otra manera, el más listo pude romper la hegemonía del patriarcado que se ejerce fuera de casa y hasta del matriarcado que impera adentro.

Así la sociedad perdió a una inteligencia que ahora nos llama la atención; le agregó, con muchas muertes, que no critican los “derechos humanos”, y con múltiples perversiones y traiciones, le agrego, pues, un mucho de terror y dinero. Todo para lograr lo que hasta ahora se consideraba inimaginable o, al menos, imposible…

Recordemos que la corrupción requiere de la voluntad y aquiescencia de dos o más; de connivencia, pues.

Ya no lo distraigo, solo me pregunto ¿No es el Sr Guzmán Loera un auténtico y legítimo producto de la sociedad mexicana de la segunda mitad del siglo pasado…? ¿Y, entonces…?

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