Están sucediéndose grandes cambios en todos lados. Aquí, solo uno, y en parte

A mi amigo “El Hereje.”

Seguimos con Doña Concepción, que como todos, llenos de defectos, en ella destaca su bondad y solidaridad, no con sus amigos, para con sus prójimos.

No sé cuánto vaya a durar o cuánto más lo dejen vivir, pero está resuelto en una institución eclesial realmente diferente a la dogmática e inflexible actual.

Rezar cada quien a su concepto de Dios, implica un cambio estructural der las partes más formales de la iglesia; cosa diferente, y en veces muy distante, de la religión, de la prédica que la origino.

Recordemos que las creencias que nos heredaron, inculcaron, provienen desde lo más antiguo de los habitantes de la vera del Nilo en la ciudad de Amarna, entre Menfis y Tebas; y de Asia Central, a la vera el Tigris y el Éufrates, en la ciudad de Ur. Ambos, la gran cuna de la civilización occidental

Los personajes, respectivamente, Akenatón y Abraham, al parecer, contemporáneos, líderes sociales y por ello políticos, impulsaron el monoteísmo, de manera tal, que aún domina al actual occidente.

Falta investigación, pero la está habiendo y la habrá, para definir si eran uno mismo o trabajaron muy de cerca. El absolutismo se justifica y respalda mejor en el monoteísmo, que en el politeísmo, y si a mí me gustan los dioses griegos no es por el politeísmo, es simplemente que, con mucho poder, eran muy similares a nosotros… si hay un dios creador, supongo, creó a su imagen y semejanza. ¿Porque habría de crear malo, y para padecer… los muchos por los muy pocos?

En toda esta gran complicación o maraña, históricamente poco definida, se recurre a lo inexplicable: a lo divino, que para gracia de los dirigentes religiosos, no es discutible, lo que por acá llamamos dogma. Entramos así en terribles faltas de claridad y en la plena inutilidad del razonamiento, de análisis inductivo y deductivo, que es, o que en todo caso, según yo, más lo que más nos acercaría a esos dioses, a los que nos cubren con velos opacos; prohibidos de alzar, prohibidos de remover…

Mi Dios, no sé si lo tengo, no es todo poderoso, bueno, castigador, vengativo, rencoroso, rodeado de ejércitos y de enemigo al que algún día vencerá enviándolo al fuego eterno… Contradicción tras contradicción incompatibilidad con incompatibilidad.

Si yo pudiera diseñar un Dios, como otros lo han hecho, no se parecería a los que nos han descrito, imposible estar en permanente contradicción: omnipotencia, prepotencia e impotencia. Bondad a sus creados que mueren de hambre, frío y sed; hundidos en la ignorancia, el error y la imposición de las grandes contradicciones, de sus religiones, de sus oficiantes y de sus supuestos hermanos próximos.

Mas sé, cómo no lo puedo aceptar, que cómo podría imaginarlo o desearlo. Acabo por no entender… mas, me niego a refugiarme en la creencia de una falacia mayor, dentro en un reinado de la ignorancia y la ceguera, en el mejor de los casos impuesta… más me niego a ello, que a no acertar a definirlo y, seguramente, será indefinible porque, a fin de cuentas, nosotros somos indefinibles.

¿Rezo con mi supuesto Dios?, no lo sé, me duelo de las inmensas diferencias, de la inconmensurable imposibilidad, del fracaso rotundo de todos los que creyendo en un dios contradictorio en sí mismo, sintiéndose su representante, nada han realmente hecho en los siglos de los siglos… amen. Mi enojo es con “el hombre. El Dios de mis predecesores, de mi comunidad, nunca me ha logrado ponerme racionalmente contento y mucho menos, conforme y esperanzado.

Buen, contradecirse permanentemente: guerras, cruzadas, ejércitos, asesinatos, hurtos, posesiones, intrigas, traiciones, falsos testimonios, lujos, amores y amantes, y más y más, mientras velan, oscurecen la razón de aquellos a quienes dicen servir… y les piden que crean, simplemente, porque ellos lo dicen… que sufran y soporten… que allá… más allá les será compensado… quizá con un sincero, sentido y profundo “perdón…”