Confusión heredada…

Pues ante las felicitaciones dadas con motivo de que un día calendario se asienta el que nací, debo aclarara a todos los que han tomado un tanto de su tiempo para felicitarme, que en esto de las fechas hay una seria discrepancia, que causa confusión y que ahora deseo aclarar.

Hay, básicamente, dos posibilidades de ser identificado y, de ahí existir y ser civilmente reconocido; vía el derecho, que se deriva de la notación en lo que se llama Registro Civil; la otra es el asiento en el registro de la parroquia, vía el bautismo, situación que nada más rige a un grupo definido de la población, y no es a esta a la que deseo referirme.

La que realmente es más confiable, la que realmente puede estimarse como verídica, es aquella que, en una situación normal, registra y comunica la madre que da a luz., la que pario a ese ser humano

Pues bien, mi madre siempre me dijo que yo había nacido a media tarde del día 28 de diciembre del año en que Japón ataco a los Estados Unidos de América en la bahía perla; consecuentemente, nací un día 28 de diciembre de año de 1941.

Sin importar eso dicho, mis papeles de identidad hacen saber, y certifican, que nací el día primero del año siguiente al que en realidad fui dado a luz.

La historia a narrar, y por ello la cuento, es un claro ejemplo de los criterios decimonónicos relativos a la superstición, a la homofobia y a que la semejanza transmite o genera efectos similares entre dos o más elementos.

Haber nacido realmente el 28 de diciembre de 1941, para las supersticiones, las leyendas la homofobia y juicios derivados de la semejanza, encierra dos determinantes que podrían regir la vida del nacido, algo así como un horóscopo, un oráculo, o las señales de las estrellas del día y hora…

El día 28 es, en el calendario Gregoriano, y lo seguirá siendo hasta que sea cambiado, eliminado u olvidado por la Iglesia Católica Apostólica y Romana, como el día de los Santos Inocentes, aquellos que el Rey Herodes mandó degollar (3 o 4 dC.) para evitar que otra leyenda se hiciera realidad; eso dice la historia de nuestra cultura occidental.

Y tener un hijo semejante al significado del día, era un tanto aberrante, ser inocente, hacerlo inocente o resultar un cándido inocente… eso no debía permitirse ni arriesgarse…

El 41 tiene otro origen y significado: nos cuenta la historia que la hija de Porfirio Díaz Mori, caso con un joven que pronto mostro tendencias sexuales un tanto ajena a lo “esperado” en la época; ese joven realizó una fiesta que fue allanada por la policía, y cuenta el registro de la “barandilla” que había sido detenidas 41 personas, que lo menos que hacían, era expresar sus preferencias sexuales en travestismo y prácticas “innombrables”.

Este evento llevó a calificar de “41” a cualquiera que fuese o pareciera homosexual; ahora ya se ha diluido, pero en mi época de juventud, ser señalado como 41, era una ofensa tal, que ameritaba, de menos, dirimirla a golpes…

Qué pudiera decirse, con indubitable seguridad que el niño nació en el “41” o que, por tal, resultase con preferencias sexuales por semejantes del mismo sexo, era una aberración inaceptable, el riesgo era muy alto, no podía ser asimilado y debía evitarse…

Algo así como intentar evadir la predicción del Oráculo al creer poder cambiar los “designios” que se leían en el 28 de diciembre y el número 41, con toda su carga homofóbica…

De inocente o cándido, ustedes juzgarán; de preferencias sexuales, soy un irredento heterosexual y no soy homofóbico, respeto los designios bioquímicos de la naturaleza, pero, jurídicamente, nací el 1 de enero de 1942; mi madre me lo aseguró: “fue a madia tarde del 28 de diciembre del año de 1941”.

Tampoco creo en los oráculos, ni en lo que a algunos les dicen la estrellas o las semejanzas… de cualquier o cualesquier manera, gracias a todos por sus atentas felicitaciones, las ya recibidas y las que lleguen…