Parece que no sabemos o no aprendemos…

Grandes y maravillosos sucesos se están sucediendo y, todo parece, impulsados por la tecnología, su amplia difusión, sencillo aprendizaje y fácil aplicación; ahora, prácticamente “cualquiera”, tiene acceso a lo que hace veinte años no existía más allá de las “tiras”, de los “monitos”, de contenido, entonces considerado, de ciencia ficción.

Me atrevo a decir que las noticias ya no existen, simplemente vemos o sabemos de la realidad en tiempo real, o con un desfase de segundos, porque la comunicación aun no es tan rápida…Cualquier pequeño pueblo que tenga teléfono o alguna antena satelital, nos comunica al mundo y, al universo.

Vemos, quizá no entendamos, las superficies de los planetas cercanos y atisbamos a muchos lejanos, hasta el poder asegurar de que está compuesta su atmosfera y que elementos constituyen su masa. Lo más importante, creo, es que todo es lo mismo, y de lo mismo… solo, sujeto a diferentes temperaturas, presiones y monto de energía contenida, disipada o en concentración…

Esto ha llevado a los perversos, abusivos e ignorantes, a eso, eso de inventar o de intentar destruir, desacreditar, sin bases ni fundamentos sólidos, sin “datos duros”; recuerdo aquello de “calumnia, que algo queda…”

Otros han sido impelidos a contenerse; que ya nadie sabe dónde está la cámara que registra audio y video y ahora hasta en” 4K”; los ha llevado a nuevos discursos o a ser menos cínicos y buscar nuevos métodos de liderazgo y conducción.

Más, han encontrado canales de expresión que aumentan el valor de su persona, el ejercicio de su personalidad, ejerciendo derechos reales o supuestos, pero, al fin, conquistados o por alcanzar; han hallado posibilidad de contraste, de confirmación, de verificación y, con ello, aumentado certidumbre y capacidad de diferenciación, análisis y toma de decisiones equilibradas.

Muchos ignoran que estas posibilidades están en manos de todos, siguen confiando en la abulia del “pueblo”, se dedican a propalar falsedades y calumnias, a buscar descalificaciones infundadas, y cuando devienen en la impotencia, que ha de llegar y llega, se refugian en el insulto y la mezcla de temas diversos, buscando confundir al huir del tema central; que ellos mismos propusieron, llegan a la impotencia, y expelen la “mentada de madre”, escrita o pronunciada con todas sus letras, por los canales de comunicación…

México está cambiado aceleradamente, de manera realmente acelerada…; claro, igual o parecido a como lo hacen otras sociedades, pero ahora, deseo referirme únicamente a México y a su vorágine de posibilidades que incrementan la libertad, la sensación de ser, decir, influir…

Comportémonos racionales, realistas; todo ello es posible por múltiples factores de vecindad, de apertura y un buen monto de respeto. Las famosas “reformas” rompen paradigmas, estructuras, retoman vientos en otras direcciones; son armas de múltiples filos, abren causes donde muchos no los esperaban y autorizan participación, antes no posible, o bien, obstaculizada.

Aunque muchos lo nieguen, aunque lo aprovechan para atacarlo, y hasta para negarlo, en plena ausencia de templanza, en real o aparente venganza, odios reprimidos o heredados, niegan y reniegan de que pueden renegar, porque se les respeta, en mucho, mucho más que antes; hoy es mucho más la libertad de hacer o decir sin temer…

Claro, los intereses lastimados y los mesiánicos desequilibrados, también hacen lo suyo; financian, inducen, se oponen, y hasta se burlan del “pueblo”, intentando manipular la representación de sus más íntimos valores.

En este gran cambio, al que, espero, aún le falte mucho, construimos México, actuando, participando y proponiendo; ello no se hace con calumnias, aventando piedras de detrás de bastidores; mostremos errores y propongamos soluciones, eso parece más cercano a buscar democracia, honestidad y a construir un mejor México.

(Por último, -agregado en terrible duda- mandemos a la mexicanísima chingada, lo que corresponde o es de la chingada, o de su chingada madre, pero en ello, no embarremos a la Patria.)

 

 

 

 

Ideas sueltas; las tablas Ebla.

Los conocedores y cultores de las religiones o de la antropología social, que difícilmente se disocian, llaman a las religiones judía, cristiana y musulmana, a las culturas que las practican, las religiones de “canon” o las religiones de “libro”. Su base, su mensaje, está contenido en escrito o escritos que tienen origen divino e inmutable, y narran lo que su dios, que en este caso es exactamente el mismo, hizo por “su pueblo”, el elegido, en la religión verdadera.

El libro, el canon, la palabra revelada del Dios…  “La Torá”, el “Nuevo Testamento” y “El Corán”, son y han sido guia de pueblas, normas morales, líneas de conducta y originado su defensa en las más sangrientas guerras de la historia.

Todo ello en la cuenca mediterránea…

Esos libros conducen, castiga, ciegan, dominan a los pueblos; de ahí las falsificaciones, los miedos a los descubrimientos arqueológicos, y la ostentación de la “legítima” representación que tiene únicamente quien posee, conoce y explica al “libro”. Son el cetro y la corona de los civiles…

De ahí las críticas, descalificaciones e intentos de engañar con un libro nunca descubierto, que ahora me proyecta a mí, su poseedor, conocedor y propalador… de ahí el intento de desprestigiarlos, devalorarlos, desconocerlos…

Lutero quitó el dogma, el fanatismo; pero no el “libro” democratizo su lectura, pero no su interpretación…

Saludos a: Tarcicio Jaime Martínez Tutu