Del Brasil brasileiro

 

Es Brasil un país gigante, como usted sabe, lleno de variedad y posibilidades; desde el imponente e inasible Amazonas y su área de influencia, al “sertao”, desierto (desiertazo), que Mario Vargas Llosa presentó maravillosamente en una de sus más notables novelas, aunque quizá, también, una de las menos conocida: “la Guerra del Fin del Mundo –magnifico estudio-

 

Y tiene mucho más de que hablar, y que dar: El San Paulo es algo grande y moderno, creció más aprisa que el cuidado que debe tenerse sobre un área urbana con intensidad industrial y de intenso crecimiento.

 

La Brasilia del Presidente Juscelino Kubitschek de por allá de la segunda mitad de los sesentas; bueno, aquí también debe anotarse a los arquitectos Lúcio Costa y a Oscar Niemeyer, aunque el segundo es más conocido.

 

Los aborígenes, sus selvas, casi intactas (la virginidad es un término absoluto) sus especies animales y vegetales, fíjese, hasta tiene humanos…

 

Su “Pan de Azúcar” y su “Cristo de Corcovado” que desde su inmensidad y las alturas, contempla, vigila, concede, al escenográfico Río de Janeiro, sus maravillosas playas, sus fascinantes montañas, sus terribles favelas, su tráfico intenso de droga, alcohol y crimen, su profuso mercado sexual y su peculiar alegría llena de ritmo… -la chica de Ipanema-

 

Así, podríamos continuar enumerando por páginas y páginas, pero en corto podemos hablar de la rápida evolución de su pobreza y de su oligarquía, que en creciente riqueza, y rígida integración, únicamente admite a los nuevos, muy ricos, que proliferan como hongos luego de la lluvia; pero son muy pocos. Definitivamente la izquierda no sabe llevarse con la oligarquía, pero el país no puede vivir sin ella… -que Sófocles, que Esquilo-

 

Lluvia y tormenta, destrucción y vida… llanto y tragedia… (Pareciera que estoy refiriéndome a México) El agua siempre deja más de lo que se lleva, decían en mi pueblo, lugar no caracterizado por, tan siquiera, regulares índices de precipitación pluvial.

 

Pero también hay tormentas sociales y Brasil hoy está en barruntos de una muy grande, si es que no hay reacciones políticas de claras repercusiones sociales positivas, que impulsen el crecimiento económico, la redistribución menos inequitativa de la riqueza generada, junto con el crecimiento en la educación y la lubricación entre los estratos sociales. Ahí no hay filtración porque no existe tejido social, hay sólidos estratos y, de eso, por acá también sabemos…

 

El gran negocio, escondido, disfrazado con en la emoción y fanatización del deporte, muestra el comportamiento descarnado del capitalismo, y la ambición de ser o, al menos mostrarse, como algo que se desea, pero que no se es…

 

Los brasileños ya no se pierden tan fácilmente por el “gooooool”, ya ponen atención en las proporciones y en las desproporciones y, parece ser, que no están de acuerdo con el estado de cosas, se ha roto el equilibrio… Se terminó el efecto del elixir…

 

Dilma Vana Rousseff Linhares, Presidente de Brasil, avisa, amenaza o manda buscapié informando, de manera informal, que no asistirá a la inauguración del campeonato de futbol; alguien no le recordó, previamente, lo dicho por su correligionario el Dr, Fidel Castro Ruz, allá por el 64-66… “y las aguas tomaron sus niveles…”.

 

No ir significa dejar un espacio político vacío y, más tardará en dejarlo, que éste en llenarse… Lo interesante será saber por qué o por quién…

 

En horas sabremos, ciertamente, si fu, o no fue…

 

Como que nos parecemos… ¿no le parece?

 

¡Que gane… el mejor… el mejor negocio…!

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