El San Luis de ayer, su herencia que, aún se vive hoy.

Quizá alguno de los que sí saben pueda abundar sobre algo que leí ya no sé cuándo ni dónde, la memoria tiene archivos muertos, demasiado ocultos, muy difíciles de acceder.

Se decía que la ciudad estaba encerrada en un cuadrante que constituyó la iglesia, (casualidad o propósito): Para acceder a su centro había, necesariamente, que parar por un convento o iglesia, todo viajero era recordado de que la religión vigilaba al área urbana, estaba en el área urbana, dominaba el área urbana… y, además, tenía quien la ayudara, con las armas, si era preciso…

Por el oriente El Carmen; por el sur, La Merced; por el poniente, Tequisquiapam; y, por el Norte Tlaxcala. Todas ellas en permanente competencia pero, ante los feligreses y seres racionales, luchando por el mismo fin, la “salvación de sus almas”, siempre en pecado, porque a “Eva”, ayer, como hoy, se le ocurrió amar, ejercer su potencial hormonal; de ello, hasta hoy, occidente sigue siendo culpable… (¡Qué bueno que lo ejerció…!)

Por otro lado su centro político y comunal o cívico, estaba alrededor de un cuadrante que flanqueaba el poder militar: el Ejército; el poder político: el Gobernador; el poder comunal: el Ayuntamiento; y, el poder religioso: la Iglesia.

Todo se sucedía ahí, el cuidado del territorio; el del orden o conducción de los intereses mayores; el de la armonía comunal o de los intereses menores; y el de los dictados religiosos, poder que decíase a si mismo, superior a los demás; pero que ahí estaba igual que todos ellos: en iguales conflictos, similares ambiciones, semejantes corrupciones, equivalentes destino, conducir, controlar, simular, permitir, o morir…

Ese poder reunido en torno a la Plaza de Armas, estaba vigilado de manera permanente de uno a otro y entre todos, no era necesario “jalar un poco la gasa del visillo”, para saber quién entraba, a donde y luego con quien, a dónde salían y con quien y cuentos y así… así…. así…se generaba la armonía y, la toma del chocolate con picatostes, igual que el arrió de bandera y el despacho de los Lanceros, los Rurales, la Santa Acordada y demás…según necesidades y épocas.

Todas estas marcas a hierro persisten, existen, en mayor o menor grado, las heredaron los de ahí, las asimilan los que llegan, o se encuentran fuera de la comunidad.

“Así es mi tierra, morenita y luminosa, así es mi tierra tiene el alma hecha de amor,,,”

Nos encanta vivir en el disimulo y el “veo pero no me entero”, “lo sé, pero no lo digo” lo “atestigüé, pero no atestiguo”

 

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